jueves, 23 de febrero de 2006

Yo no bailo reggaetón (o como se escriba). Una mezcla torpe de ritmos sin sentido aparente con letras marginales, pero carentes de sentido trascendente. Yo pienso sinceramente que el freudomarxismo es un palo de ciego, ya que finalmente llega a una conclusión muy cierta partiendo de bases demasiado criticables. Su visión del mundo apunta a una comprensión de la realidad psicológica del individuo en el mundo de las comunicaciones: su mente, bombardeada por la publicidad, por las imágenes de televisión, por la letra de la música guarda en su inconsciente elementos sexuales que influyen en una visión de mundo estrecha, que le impide pensar. Se trata del famoso concepto de alienación, la pérdida del sentido de la realidad y, por supuesto, la adopción del sistema que le vende lo que satisface su mente. Es un hombre máquina que trabaja para poder consumir lo que le venden, aun a precios que no puede pagar. Por supuesto que lo que más se vende es el sexo; la idea, según el freudomarxismo, es que el modelo se reproduzca de padres a hijos, perpetuando el sistema. Una de los componenetes esenciales precisamente de la alienación es aquel que dice que el sexo debe convertirse en una adicción, pero no es sexo de buena calidad. En esto sigo a Wilhelm Reich, quien a partir de los estadios de desarrollo del niño explicados en Freud determinó que el hombre contemporáneo siempre está en un punto anterior al desarrollo completo de la sexualidad, por lo que su comportamiento tiende a la consecuencia lógica de una sexualidad de mala calidad y por supuesto al consumo sin restricciones de este "producto". Véanlo si quieren prendiendo un día el televisor. En esto entra el reggaetón. Su estructura ha sido determinada como una reproducción subconsciente del acto sexual; tiende, por lo mismo a que las parejas se desinhiban y tengan relaciones. La respuesta de Reich a esto supone la llegada a una sexualidad sana, lo que implica una pareja única y la fidelidad como opciones de vida. Por eso mismo digo que el freudomarxismo es un palo de ciego. Su conclusión es lo mismo que el mensaje de la Iglesia.

viernes, 10 de febrero de 2006

Hay un problema crucial a la hora de definir en términos serios la posibilidad real de lo que se llama la alternancia en el poder. La alternancia en el poder se refiere a algo tan básico como que se cujmpla la ley del péndulo en política: unos años viramos hacia la izquierda, otros hacia la derecha. Eso es simple y cualquiera pudiere entenderlo, pero en la práctica se comporta de una manera totalmente distinta. La alternancia en el poder significa que los políticos traten de corregir los errores que se han cometido en una administración debido a su incapacidad de ver más allá de los intereses que representan. Ello es perfectamente comprensible; ayuda a la estabilidad democarática y sobre todo mantiene la institucionalidad en funciones y preserva el derecho. Pero ello no significa que siempre sea así. Casos en los que ello no es una verdad demostrada son por ejemplo el sueco, donde la Socialdemocracia gobernó sin contrapesos durante cincuenta años, tras los cuales un gobierno liberal realizó cambios que ahogaron a diversos entes fiscales, y que significaron pérdidas enormes al Fisco. La crisis en el modelo sueco era obvia, pero las medidas derivadas de la alternancia en el poder, necesaria en ese entonces, no pudieron con la crisis.
En el caso de Chile la alternancia en el poder se dará única y exclusivamente cuando ello sea posible. La derecha no es un conglomerado político que sea viable; su estabilidad es precaria y las peleas constantes que hay entre los partidos agotarían un gobierno en poco tiempo. La derecha debe proponer un modelo político sustentable en el tiempo, que permita el desarrollo de nuevos y mejores derechos para los ciudadanos, desde un modelo valórico sin doble discurso - me refiero a que si van a ser buenos cristianos, ello exige que al trabajador se le trate como tal, sin explotarlo - y sobre todo que permita el desarrollo de una política estatal adecuada. Un laissez-faire excesivo sólo traerá crisis más graves para el país en tiempos de recesión, porque el gasto fiscal no podrá financiarse.
Por último agregar que la alternancia en el poder que se da en países como España, en Chile corresponde a una alternancia entre la DC y el PS; en la campaña de Michelle Bachelet eso se advirtió precisamente porque un diputado popular y diputados socialistas llegaron a apoyarla. Ello habla muy bien de la amplia coalición concertacionista y de cómo se da en definitiva la alternancia en el poder, la que también significa que nuevos personajes aparezcan en la escena política, tal como ha aparecido en el nuevo gabinete.