domingo, 3 de junio de 2007

La sociedad actual, hipermoderna como es, tiende a ser muy parecida a la faringe en todo lo que hace desde la perspectiva de la disidencia; esto es, que articula mucho, pero no es capaz de decir algo. Obviamente eso desacredita a las aspiraciones legítimas del discurso contrario al sistema, pues por lo general las burbujas de jabón que se arman con motivo de alguna disputa terminan siempre en nada, o lo que es peor, en una represión mayor. Quizá el problema sea sólo chileno, puesto que vivimos en una sociedad a tal punto carente de horizontes que jamás habrá real discurso disidente serio mientras no se proponga un horizonte real a las personas. En mi vida personal me he encontrado con mucha gente que habla discursos de izquierda que no son consistentes en absoluto, y que tropiezan siempre con la falta de pragmatismo, con la inoperancia propia, con la falta de ideas, lisa y llanamente. Así, recuerdo haber preguntado una vez, hastiado de estos discursos: ¿y por qué capitalismo no?, a lo que se respondió "porque el capitalismo es injusto". Que alguien de izquierda, que debiera predicar una neutralidad valorativa más o menos pronunciada, me diga que el capitalismo es simplemente injusto creo que debiera abandonar la arena política, y dedicarse a las matemáticas, de ser posible. Por si acaso, no es que el capitalismo sea injusto, es que simplemente genera miseria y hambre para el trabajador, puesto que no recibe lo que efectivamente produce. Que eso sea injusto, va a depender si usted es empresario, donde el capitalismo será fantástico, o trabajador, donde en el poco espacio del día en que puede pensar, y si es que lo hace sin estar ahogado por los progaramas de farándula o los de trasnoche, no le parecerá tan bien. De todos modos dígale al trabajador que podrá obtener igualdad si pierde la tele, a la Marlen, las cumbias en la radio y dirá un par de improperios.
Pero esto no se trata sobre el capitalismo, sino sobre la posibilidad cierta, dado que se perdió la utopía, de construir otra, pero que cumpla con los sueños de igualdad y de mejora de la calidad de vida de las personas. Eso pasa por repensar a la sociedad en su conjunto, tomando aspectos que no han sido considerados, por ejemplo. Esto nos dará un marco para llenar de contenido el actual discurso orientado a los problemas sociales, y nos permitirá forjar un modelo que al menos satisfaga las exigencias de coherencia: estaremos al fin diciendo algo.