viernes, 31 de marzo de 2006

Hume habla de la moral en sentido de afección. Afección debe entenderse como afecto a, es decir, sujeto a un determinado elemento o persona. Un ejemplo de ello son los pleitos que se tiene a diario con las personas, generalmente se terminará pensando en la maldad o avaricia o bondad de una persona con la que se traba contacto. La conclusión de Hume es escéptica, aunque no quiera serlo (según Orellana Benado, en sus clases). Yo no veo lo malo en ello. La conclusión deducida por Hume en sus escritos respecto a la moral es verdadera en cuanto se trata de normas autoimpuestas que tiene una jerarquía necesaria. La moral no puede pensarse como elementos universales sin aplicación práctica debido a que no lo son, una ética universal siempre adolecerá de casos límite en los que la aplicación de la norma universal traiga más perjuicio que beneficio. Con ello no estoy adhiriendo necesariamente al utilitarismo, ya que la moral debe comportarse como normas que ordenan una conducta, preceptos que deben aplicarse a casos prácticos como reglas subsumibles.
Por qué ver a la moral como un conjunto de normas es algo más bien sencillo. La moral persigue a las virtudes como objeto, el deber ser del hombre. Si tratásemos de explicar a la amistad de un modo que no fuera como una regla que importa otras reglas de conducta, sería imposible. La afección del ser humano por ciertos objetos explica en gran medida esa incondicionalidad que se expresa en ciertos objetos morales, como el amar al prójimo.
De esa forma logran adquirir un sentio racional algunas cosas que no lo tienen. El corazón tiene sus razones que la razón no comprende, y Pascal no se equivoca en esto.

miércoles, 15 de marzo de 2006

Ciclos y círculos son dos elementos fundamentales para ver el desarrollo del tiempo. La idea de reconstrucción (moral, psicológica, histórica) es uno de los motores del individuo. Sólo una derrota moral muy grande impediría que esa reconstrucción se efectuara. Por eso, la vida del hombre puede verse como circular: todo tiene un inicio y un término, pero ese inicio y término están muy cercanos. Son dos puntos que comparten un linde enorme que los hace casi indistintos.
Esta vez hablaré de la reconstrucción y de cómo es importante. La teoría de la resiliencia habla de algo fundamental: la felicidad, de cómo los seres más infortunados, privados de elementos esenciales para una vida normal pueden ser más aptos para ser felices que los hombres que tienen todo para ganar. Una infancia infeliz no determina una vida infeliz: la reconstrucción moral y psicológica juega un papel primordial en este asunto. Es lo que se podría llamar la lucha por la vida: la carencia se suple con un instinto de superación de ese defecto. La mayoría de las veces las personas que tiene una vida exitosa no logran satisfacer plenamente sus aspiraciones y sienten su vida vacía y carente de sentido. No me pronunciaré sobre si la vida posee un sentido último, eso será tema de otro comentario. Por el momento dejemos en que esa carencia se suple siempre con paliativos que no logran ser un complemento efectivo. La finalidad de la vida se presenta en este entonces. El ideal es un motor demasiado poderoso.
Aún de ese modo es poco nítida la idea del ciclo: pero complementaremos eso diciendo que precisamente las carencias que se han suplido siempre terminan en lo mismo. Nada cambia: siempre sobreveiene el instante último. Pero la vida ha tenido sentido.

miércoles, 8 de marzo de 2006

En la idea misma de la existencia de las cosas está la idea de que éstas puean cambiar. Es un poco la noción de que la materia no se crea ni se destruye, sino solamente logra transformarse. Obviamente, eso puede aplicarse no sólo a las relaciones existentes entre átomos en materia inerte sino también a los sistemas observadores (seres vivos) y aún a los sistemas sociales. La perspectiva obvia es el cumplimiento de finalidades, las que una vez cumplidas o bien hacen que el sistema permanezca latente o bien se desintegre. Cuando la finalidad no es cumplida el sistema pierde su organización interna; sus componentes pierden la cohesión que los caracteriza. No me quiero referir sino a la necesidad interna que surge luego de que las finalidades mismas quedan agotadas luego del ejercicio de la manera propia de solucionar los conflictos. La finalidad que se ve como algo mediato, depende de la consecución de finalidades menores que tienen que ver con la consecución del objetivo último; en este caso, se puede ver a la finalidad del sistema como la consecución ordenada de una cadena de objetivos menores.
Obviamente, eso lleva a conclusiones prácticas. Cuando se agotan las posibilidades en un contexto, ese contexto debe cerrarse y esa posibilidad descartarse. En los contextos sociales de los sistemas observadores humanos, ello se tropieza con un problema enorme: los sentimientos y emociones por lo general derivan en la consabida indeterminación. No es posible pretender que el hombre actúe como máquina. De todos modos, ello sirve como mecanismo de memoria, haciendo que frente a similares características el sistema pueda llegar a resolver de la misma forma y tomar otra determinación.
En estos tiempos es bueno sentarse y reconsiderar las cosas desde este cibernético punto de vista.