miércoles, 15 de marzo de 2006

Ciclos y círculos son dos elementos fundamentales para ver el desarrollo del tiempo. La idea de reconstrucción (moral, psicológica, histórica) es uno de los motores del individuo. Sólo una derrota moral muy grande impediría que esa reconstrucción se efectuara. Por eso, la vida del hombre puede verse como circular: todo tiene un inicio y un término, pero ese inicio y término están muy cercanos. Son dos puntos que comparten un linde enorme que los hace casi indistintos.
Esta vez hablaré de la reconstrucción y de cómo es importante. La teoría de la resiliencia habla de algo fundamental: la felicidad, de cómo los seres más infortunados, privados de elementos esenciales para una vida normal pueden ser más aptos para ser felices que los hombres que tienen todo para ganar. Una infancia infeliz no determina una vida infeliz: la reconstrucción moral y psicológica juega un papel primordial en este asunto. Es lo que se podría llamar la lucha por la vida: la carencia se suple con un instinto de superación de ese defecto. La mayoría de las veces las personas que tiene una vida exitosa no logran satisfacer plenamente sus aspiraciones y sienten su vida vacía y carente de sentido. No me pronunciaré sobre si la vida posee un sentido último, eso será tema de otro comentario. Por el momento dejemos en que esa carencia se suple siempre con paliativos que no logran ser un complemento efectivo. La finalidad de la vida se presenta en este entonces. El ideal es un motor demasiado poderoso.
Aún de ese modo es poco nítida la idea del ciclo: pero complementaremos eso diciendo que precisamente las carencias que se han suplido siempre terminan en lo mismo. Nada cambia: siempre sobreveiene el instante último. Pero la vida ha tenido sentido.

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