viernes, 21 de agosto de 2009

" - Murder, bloody murder - dijo Arriaga frotándose las manos con impaciencia - es lo que ocurrió aquí.

- ¿Qué pretende con eso?

- No mucho, don Julián. Esclarecer qué pasó en esta sala.

- No le entiendo, inspector.

- Tome asiento - Arrriaga volteó y vio llegar a Favale con tres personas más. Favale, ¿tendría la amabilidad de hacer pasar y sentarse a don Cristián, a don Manuel y a la señora Sánchez?

- ¿Me podría explicar que es todo esto, señor? -inquirió el primero en pasar - No tengo demasiado timpo como para estar perdiéndolo acá. Quiero encontrar a los asesinos de mi padre.

- Yo no sería tan optimista - sugirió Arriaga -, y lo más probable es que no perdamos nada de tiempo, don Cristián. Partamos por los hechos conocidos. El padrastro de Cristián, Manuel y Julián Castillo, todos presentes, y suegro de la señorita Sánchez, murió en esta habitación, producto de un certero hachazo propinado en su dorso, que le partió la espina, la noche del viernes 12. Las entradas de la casa estaban fracturadas, faltaban objetos de valor por un monto de varios millones, incluidas pinturas de Juan Francisco González y otros pintores nacionales. Había señales de lucha en el cuerpo de la víctima, la que fue encontrada desangrada por la policía, alertada por los vecinos que vieron a figuras extrañas aproximarse a la casa, y antes de que llegase la policía, huyeron raudamente en un todo terreno propiedad de la víctima, y utilizado ocasionalmente por los demás miembros de la familia. El vehículo fue hallado horas más tarde en una zanja, volcado y quemado ¿Queda algo sin mencionar?

- Que el arma homicida no se hallaba en el lugar del suceso - acotó Favale.

- Muy atento - Arriaga sonrió - ¿Otra cosa?

- No, inspector - Manuel tenía el ceño fruncido y se tomaba con frecuencia el bigote - excepto que su incompetencia no ha dado con el paradero de esos delincuentes, que ya deben estar fuera del país ¡Si las huellas apuntaban al camino internacional, y no ubicaron el vehículo en que huyeron después de quemar el que robaron!

- Rudo. Nervioso. Don Manuel, ¿podría usted levantarse un poco? - Arriaga lo miró de hito en hito, hasta que Manuel se levantó de su asiento -. Ha llevado usted una buena vida, por lo que veo - y dirigió su mirada a una incipiente barriga - y que esa vida no se condice con el ejercicio. Su carrera profesional como especialista en macroeconomía, y profesor universitario le exige entregar respuestas probables, y no fijarse en demasiados detalles.

- ¿Vino a hacernos un análisis psicológico y físico? ¿Qué se ha creído? - Cristián parecía cada vez más impaciente con el giro de la charla de Arriaga - ¡Créame que voy a hablar con su superior!

- Don Cristián, a su vez, es impaciente - Arriaga cruzó los dedos y pareció más sereno que nunca - lo que lo lleva a cometer errores importantes. Tampoco demasiada precisión. Su matrimonio con Carolina Sánchez se efectuó en esos términos, con una premura asombrosa. Era fijo que usted se dedicaría a broker, su implusividad natural le reporta grandes beneficios en un submundo donde lo importante es actuar a tiempo. Un crimen violento le viene muy bien...

- ¿Insinúa que tuve algo que ver con esto? - Cristián parecía a punto de estallar de furia - ¡Yo no he venido a escuchar sandeces dichas por un policía de cuarta, que...

- Cristián Castillo, siéntate y escúchame - Arriaga dijo en tono firme, apagando la protesta del aludido -. Yo no he insinuado nada. Hasta el momento, lo único que he dicho son hechos y apreciaciones - Arriaga otra vez se calmó y siguió -. Por su parte, el menor, don Julián, es el más flemático y desapegado. Lo demuestra su vida personal, donde abunda la rutina. Papeleo constante, detallista. Un perfecto abogado.

- ¿Y a qué lleva todo esto? - Julián parecía muy dueño de sí mismo - ¿No pensará que alguno de nosotros fue?

- Fue lo que se me ocurrió cuando descubrí esto - Arriaga se colocó un guante desechable y extrajo una bolsa hermética de su chaqueta, a la par que creció un murmullo entre los hermanos -. Diamantes. El occiso tenía guardados diamantes por un monto bastante alto, que pensaba guardar en comisión de confianza al día siguiente de ocurrido el robo.

- Pero... ¿No se los llevaron los delincuentes? - Julián se mostró extrañado - ¿Dónde...?

- En un lugar bastante obvio, el bolsillo de la bata de su padre.

- ¿Pero por qué...?

- El motivo de la irrupción en esta casa fue el robo, pero éste no fue hecho en forma acuciosa. Yo alcancé a rescatar esto, pero hay muchos otros elementos que podrían haber sido llevados por los delincuentes, pero que se quedaron en la casa, como dos originales de Alfredo Helsby que venían de una restauración, y que estaban en la bodega. Pero los datos sobre la fractura de la entrada principal no hacen suponer sino que se trataba de un robo planeado, puesto que las alarmas no se activaron, en circunstancias que deberían haberlo hecho. Yo mismo me cercioré de ello, al igual que mi compañero Favale, aquí presente. Tomando en cuenta otras circunstancias del caso, como las pequeñas rencillas que se producían entre ustedes por el tema de la herencia, y que han quedado al descubierto estos últimos días, que ustedes estuvieron ese día en casa, cenando con el muerto - Arriaga subrayó estas palabras, y miró a los hermanos y a la señora Sánchez -, que el vehículo fue prudentemente quemado, aunque si hubiesen quedado huellas de todos modos corresponderían al uso ocasional del vehículo por ustedes, y que con todo, los ladrones conocían la casa a la perfección - subrayó nuevamente Arriaga - por la duración del atraco, todo hace pensar en un crimen bien planeado, pero con fallas de ejecución, visibles únicamente mediante investigación exhaustiva. Bien planeado. Eso nos conduce a usted, Julián, por carácter y profesión - Arriaga se inclinó hacia él con el brazo izquierdo puesto en el vientre - puesto que sabría cómo despistar a la policía, y no sólo eso, su trabajo consiste en planear historias verosímiles que contar a un juez.

- Pero yo tengo coartada - dijo tranquilamente Julián - y una bastante confiable. Todos tenemos buenas coartadas.

- Lo tomé en cuenta, créame. Y las corroboré, inclusive. Ello no los excluía de ser los principales sospechosos de la muerte de su padre. Pero fue un detalle el que me hizo pensar en el error que cometió el verdadero asesino ¿No es así, señorita Sánchez?

- ¿Qué? ¡Cómo se atreve...! - Cristián estaba lívido de rabia , mientras su esposa parecía cada vez más nerviosa e inquieta - ¡No injuriará de ese modo a mi mujer!

- ¿Perdón? ¿Dije algo malo? - Arriaga lo miró con expresión curiosa -. Como detective he visto muchas cosas, pero las casualidades que se dieron en este caso son varias. Su padre se casó con su madre unos tres años después del nacimiento de Julián, que es el menor entre ustedes, y unos tres años y medio desde la separación entre su padre biológico y su madre. En aquel entonces, su padre, porque para ustedes realmente lo fue, mucho más que su padre biológico, no era un hombre de gran fortuna, aunque sí de gustos muy refinados. El trato que otorgaba a las personas era muy grato, y a punta de esfuerzos, logró sacar adelante a su familia, darles educación universitaria a sus hijos, que siempre rebosaron inteligencia, y hacerse de un negocio próspero en la industria hotelera. Pero siempre quiso permanecer en el anonimato. Extraño, para una persona que debe relacionarse diariamente con mucha gente, obligado por su profesión. Ello llamó poderosamente mi atención. Y me dediqué a investigar. Señorita Sánchez, ¿conoce a Ricardo del Valle? - al decir esto, Carolina prorrumpió en llanto -. Respóndame.

- ¿Qué le importa pedazo de ...? - le gritó Cristián, mientras trataba de consolar a su mujer - ¿Qué tiene que ver con todo esto?

- Que Ricardo del Valle es el amante de su mujer, señor. Lamento que se entere de esta forma.

- ¿Pero cómo...? - Cristián, nuevamente lívido de rabia, se levantó de golpe. Sus hermanos lo sujetaron.

- Creo que es mejor que eso se lo expliques tú, Carolina - dijo Arriaga -. Cálmate un poco primero. Dicho esto, se sentó y cruzó los brazos.

- Cristián ... lo que dice ... el detective ... es cierto - explicó entre sollozos Carolina - Ricardo ... es ... mi amante.

- ¡Yo te mato! - exclamó Cristián, zafando su brazo derecho de las manos de Manuel, pero Favale lo detuvo a tiempo.

- Favale, acompañe a Cristián al otro extremo de la sala. Y usted - añadió dirigiéndose a Cristián - contrólese. O lo mando esposar.

- ¿Y qué tiene que ver Ricardo del Valle en todo esto? - Manuel estaba como en shock -. No entiendo el punto.

- En una coincidencia está todo el punto. Ustedes son de Santiago, de donde marcharon por un trabajo de su padre. A partir de eso hicieron su vida acá en Valparaíso. Pues bien, eso es cada vez más frecuente, aunque suene a broma irónica, y uno de esos que vinieron por trabajo fue Ricardo del Valle. Muy galán, no demasiado apuesto, trabaja en una oficina cerca de la Bolsa de Valores, como abogado. Conoció de vista a Carolina en la calle Urriola, una vez que se dirigía a casa de un amigo, en compañía de éste quien conocía al menos de vista a Cristián y a su mujer. En lo sucesivo, trató de acercarse a Carolina, hasta que un día coincidieron en una reunión social en Viña del Mar, y su manera de ser, su encanto, prendaron a Carolina, quien ya tenía demasiadas dosis del carácter explosivo de su marido. Idilio, como es lógico suponer, aunque Carolina se resistió. Y la parte importante es que supo quién era Cristián, mejor aún, quien era su padre. Ricardo del Valle es el niño que su padre abandonó, carcomido por la rabia de una relación frustrada por una mujer neurótica. Ricardo descartó todo lo que viniese de su madre, y albergó siempre un rencor profundo por el padre ausente, y por el duro pasar que tuvo hasta convertirse en un profesional exitoso. Incluso descartó el nombre de Julio Quintana, en cuanto tuvo los dieciocho años. Y ese rencor desembocó en furia por las privaciones que sufrió, mientras los hijos de la otra mujer habían crecido sanos, sin mayores problemas - los hermanos miraron a Arriaga con cara de que eso no había sucedido -. Eso es lo que creyó o quiso creer Ricardo, no lo que sucedió. Pidió detalles, incluso se hizo pasar por un experto en arte para indagar los espacios físicos de la casa. Y planeó todo para que pareciese que ustedes tenían algo que ver con la muerte.

- ¿Pero no le bastaba con esperar a que muriera y pedir herencia? - exclamó Julián -El testamento quedaba nulo y el obtenía todo.

- Creo que entiendes que la venganza contra los hijos quedaba bastante bien hecha con lo que ves ahora - y Arriaga señaló a Cristián, con las manos en la cara, que cada tanto decía "no, no" y a Carolina, que ahora sollozaba - y lo que a él más le importaba, que uno de ustedes pagase por el crimen cometido. No, la venganza enfermiza era lo que le importaba. Y ya ves que la logró.

- Pero...

- Sí, sí, las pruebas. Muy bonita novela, hasta ahora, pero son pruebas poco se puede hacer. Primero, lo que me indicó que ustedes no habían cometido el crimen ¿Por qué quemar la camioneta si las huellas las podían justificar por el uso ocasional de la todo terreno? Eso me indicó en primer lugar que algo no calzaba con la descripción del caso. Luego, la ejecución levemente defectuosa, que indicaba que un buen detective lograría hallar pistas de un homicidio planificado... pero caería en pensar que fueron ustedes y fallaría en acusar a alguno. Circunstancial todo. Lo más relevante que conseguí fue esto - la mano enguantada sacó algo del otro bolsillo - un jirón de tela negra.

- ¿Eso es todo? - preguntó Manuel - ¡No pensará que somos idiotas!

- Sudor - dijo Julián - O algo que permita identificar ese jirón de tela.

- Específicamente sangre, don Julián - Arriaga parecía contento consigo mismo -. Junto con quemar el todo terreno, del Valle tuvo que quemar sus ropas, para no ser identificado, pero también porque al manipular el hacha se hizo un corte. Una vez resueltos los posibles escenarios, sabiendo que el robo no había salido mal y había terminado con el dueño de casa muerto, sino que fue hecho a propósito, tenía que encontrar algo. Y lo encontré por otro descuido del asesino, en los matorrales cercanos al lugar donde se quemó la camioneta. Sucede que del Valle tiene tendencia a la alergia, por lo que tuvo que evitar litres, al buscar la piedra que había destinado a atar al acelerador pero se desgarró inadvertidamente el chaleco. Todavía el juez podría tener alguna duda razonable, pero habrá que hacer la comparación de esa sangre con la sangre del hacha, que había desaparecido de la escena del crimen.

- ¿La encontró? - dijo Manuel - Eso no lo había mencionado.

- No, porque lo guardaba para este momento. El arma homicida no era cosa fácil de hacer desaparecer, por sus dimensiones, por lo que supuse que la había dividido. El mango, de madera, se quemó junto al todo terreno, pero el filo fue escondido. Cayó a un río, donde difícilmente hallásemos huellas de algo pasados unos días, lo que se condecía con las huellas del vehículo. Treta demasiado fácil. Del Valle la enterró debajo del sitio en que quemó el todo terreno. Era la solución lógica, dado el poco tiempo que tendría una vez producida la explosión y previendo que lo perseguiría la policía.

- ¡Pero dónde está ahora ese maldito! - exclamó Cristián, suplicante - ¡Dónde!

- En la fiscalía ¿O se figura que soy mal detective?

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