viernes, 21 de agosto de 2009

" - Murder, bloody murder - dijo Arriaga frotándose las manos con impaciencia - es lo que ocurrió aquí.

- ¿Qué pretende con eso?

- No mucho, don Julián. Esclarecer qué pasó en esta sala.

- No le entiendo, inspector.

- Tome asiento - Arrriaga volteó y vio llegar a Favale con tres personas más. Favale, ¿tendría la amabilidad de hacer pasar y sentarse a don Cristián, a don Manuel y a la señora Sánchez?

- ¿Me podría explicar que es todo esto, señor? -inquirió el primero en pasar - No tengo demasiado timpo como para estar perdiéndolo acá. Quiero encontrar a los asesinos de mi padre.

- Yo no sería tan optimista - sugirió Arriaga -, y lo más probable es que no perdamos nada de tiempo, don Cristián. Partamos por los hechos conocidos. El padrastro de Cristián, Manuel y Julián Castillo, todos presentes, y suegro de la señorita Sánchez, murió en esta habitación, producto de un certero hachazo propinado en su dorso, que le partió la espina, la noche del viernes 12. Las entradas de la casa estaban fracturadas, faltaban objetos de valor por un monto de varios millones, incluidas pinturas de Juan Francisco González y otros pintores nacionales. Había señales de lucha en el cuerpo de la víctima, la que fue encontrada desangrada por la policía, alertada por los vecinos que vieron a figuras extrañas aproximarse a la casa, y antes de que llegase la policía, huyeron raudamente en un todo terreno propiedad de la víctima, y utilizado ocasionalmente por los demás miembros de la familia. El vehículo fue hallado horas más tarde en una zanja, volcado y quemado ¿Queda algo sin mencionar?

- Que el arma homicida no se hallaba en el lugar del suceso - acotó Favale.

- Muy atento - Arriaga sonrió - ¿Otra cosa?

- No, inspector - Manuel tenía el ceño fruncido y se tomaba con frecuencia el bigote - excepto que su incompetencia no ha dado con el paradero de esos delincuentes, que ya deben estar fuera del país ¡Si las huellas apuntaban al camino internacional, y no ubicaron el vehículo en que huyeron después de quemar el que robaron!

- Rudo. Nervioso. Don Manuel, ¿podría usted levantarse un poco? - Arriaga lo miró de hito en hito, hasta que Manuel se levantó de su asiento -. Ha llevado usted una buena vida, por lo que veo - y dirigió su mirada a una incipiente barriga - y que esa vida no se condice con el ejercicio. Su carrera profesional como especialista en macroeconomía, y profesor universitario le exige entregar respuestas probables, y no fijarse en demasiados detalles.

- ¿Vino a hacernos un análisis psicológico y físico? ¿Qué se ha creído? - Cristián parecía cada vez más impaciente con el giro de la charla de Arriaga - ¡Créame que voy a hablar con su superior!

- Don Cristián, a su vez, es impaciente - Arriaga cruzó los dedos y pareció más sereno que nunca - lo que lo lleva a cometer errores importantes. Tampoco demasiada precisión. Su matrimonio con Carolina Sánchez se efectuó en esos términos, con una premura asombrosa. Era fijo que usted se dedicaría a broker, su implusividad natural le reporta grandes beneficios en un submundo donde lo importante es actuar a tiempo. Un crimen violento le viene muy bien...

- ¿Insinúa que tuve algo que ver con esto? - Cristián parecía a punto de estallar de furia - ¡Yo no he venido a escuchar sandeces dichas por un policía de cuarta, que...

- Cristián Castillo, siéntate y escúchame - Arriaga dijo en tono firme, apagando la protesta del aludido -. Yo no he insinuado nada. Hasta el momento, lo único que he dicho son hechos y apreciaciones - Arriaga otra vez se calmó y siguió -. Por su parte, el menor, don Julián, es el más flemático y desapegado. Lo demuestra su vida personal, donde abunda la rutina. Papeleo constante, detallista. Un perfecto abogado.

- ¿Y a qué lleva todo esto? - Julián parecía muy dueño de sí mismo - ¿No pensará que alguno de nosotros fue?

- Fue lo que se me ocurrió cuando descubrí esto - Arriaga se colocó un guante desechable y extrajo una bolsa hermética de su chaqueta, a la par que creció un murmullo entre los hermanos -. Diamantes. El occiso tenía guardados diamantes por un monto bastante alto, que pensaba guardar en comisión de confianza al día siguiente de ocurrido el robo.

- Pero... ¿No se los llevaron los delincuentes? - Julián se mostró extrañado - ¿Dónde...?

- En un lugar bastante obvio, el bolsillo de la bata de su padre.

- ¿Pero por qué...?

- El motivo de la irrupción en esta casa fue el robo, pero éste no fue hecho en forma acuciosa. Yo alcancé a rescatar esto, pero hay muchos otros elementos que podrían haber sido llevados por los delincuentes, pero que se quedaron en la casa, como dos originales de Alfredo Helsby que venían de una restauración, y que estaban en la bodega. Pero los datos sobre la fractura de la entrada principal no hacen suponer sino que se trataba de un robo planeado, puesto que las alarmas no se activaron, en circunstancias que deberían haberlo hecho. Yo mismo me cercioré de ello, al igual que mi compañero Favale, aquí presente. Tomando en cuenta otras circunstancias del caso, como las pequeñas rencillas que se producían entre ustedes por el tema de la herencia, y que han quedado al descubierto estos últimos días, que ustedes estuvieron ese día en casa, cenando con el muerto - Arriaga subrayó estas palabras, y miró a los hermanos y a la señora Sánchez -, que el vehículo fue prudentemente quemado, aunque si hubiesen quedado huellas de todos modos corresponderían al uso ocasional del vehículo por ustedes, y que con todo, los ladrones conocían la casa a la perfección - subrayó nuevamente Arriaga - por la duración del atraco, todo hace pensar en un crimen bien planeado, pero con fallas de ejecución, visibles únicamente mediante investigación exhaustiva. Bien planeado. Eso nos conduce a usted, Julián, por carácter y profesión - Arriaga se inclinó hacia él con el brazo izquierdo puesto en el vientre - puesto que sabría cómo despistar a la policía, y no sólo eso, su trabajo consiste en planear historias verosímiles que contar a un juez.

- Pero yo tengo coartada - dijo tranquilamente Julián - y una bastante confiable. Todos tenemos buenas coartadas.

- Lo tomé en cuenta, créame. Y las corroboré, inclusive. Ello no los excluía de ser los principales sospechosos de la muerte de su padre. Pero fue un detalle el que me hizo pensar en el error que cometió el verdadero asesino ¿No es así, señorita Sánchez?

- ¿Qué? ¡Cómo se atreve...! - Cristián estaba lívido de rabia , mientras su esposa parecía cada vez más nerviosa e inquieta - ¡No injuriará de ese modo a mi mujer!

- ¿Perdón? ¿Dije algo malo? - Arriaga lo miró con expresión curiosa -. Como detective he visto muchas cosas, pero las casualidades que se dieron en este caso son varias. Su padre se casó con su madre unos tres años después del nacimiento de Julián, que es el menor entre ustedes, y unos tres años y medio desde la separación entre su padre biológico y su madre. En aquel entonces, su padre, porque para ustedes realmente lo fue, mucho más que su padre biológico, no era un hombre de gran fortuna, aunque sí de gustos muy refinados. El trato que otorgaba a las personas era muy grato, y a punta de esfuerzos, logró sacar adelante a su familia, darles educación universitaria a sus hijos, que siempre rebosaron inteligencia, y hacerse de un negocio próspero en la industria hotelera. Pero siempre quiso permanecer en el anonimato. Extraño, para una persona que debe relacionarse diariamente con mucha gente, obligado por su profesión. Ello llamó poderosamente mi atención. Y me dediqué a investigar. Señorita Sánchez, ¿conoce a Ricardo del Valle? - al decir esto, Carolina prorrumpió en llanto -. Respóndame.

- ¿Qué le importa pedazo de ...? - le gritó Cristián, mientras trataba de consolar a su mujer - ¿Qué tiene que ver con todo esto?

- Que Ricardo del Valle es el amante de su mujer, señor. Lamento que se entere de esta forma.

- ¿Pero cómo...? - Cristián, nuevamente lívido de rabia, se levantó de golpe. Sus hermanos lo sujetaron.

- Creo que es mejor que eso se lo expliques tú, Carolina - dijo Arriaga -. Cálmate un poco primero. Dicho esto, se sentó y cruzó los brazos.

- Cristián ... lo que dice ... el detective ... es cierto - explicó entre sollozos Carolina - Ricardo ... es ... mi amante.

- ¡Yo te mato! - exclamó Cristián, zafando su brazo derecho de las manos de Manuel, pero Favale lo detuvo a tiempo.

- Favale, acompañe a Cristián al otro extremo de la sala. Y usted - añadió dirigiéndose a Cristián - contrólese. O lo mando esposar.

- ¿Y qué tiene que ver Ricardo del Valle en todo esto? - Manuel estaba como en shock -. No entiendo el punto.

- En una coincidencia está todo el punto. Ustedes son de Santiago, de donde marcharon por un trabajo de su padre. A partir de eso hicieron su vida acá en Valparaíso. Pues bien, eso es cada vez más frecuente, aunque suene a broma irónica, y uno de esos que vinieron por trabajo fue Ricardo del Valle. Muy galán, no demasiado apuesto, trabaja en una oficina cerca de la Bolsa de Valores, como abogado. Conoció de vista a Carolina en la calle Urriola, una vez que se dirigía a casa de un amigo, en compañía de éste quien conocía al menos de vista a Cristián y a su mujer. En lo sucesivo, trató de acercarse a Carolina, hasta que un día coincidieron en una reunión social en Viña del Mar, y su manera de ser, su encanto, prendaron a Carolina, quien ya tenía demasiadas dosis del carácter explosivo de su marido. Idilio, como es lógico suponer, aunque Carolina se resistió. Y la parte importante es que supo quién era Cristián, mejor aún, quien era su padre. Ricardo del Valle es el niño que su padre abandonó, carcomido por la rabia de una relación frustrada por una mujer neurótica. Ricardo descartó todo lo que viniese de su madre, y albergó siempre un rencor profundo por el padre ausente, y por el duro pasar que tuvo hasta convertirse en un profesional exitoso. Incluso descartó el nombre de Julio Quintana, en cuanto tuvo los dieciocho años. Y ese rencor desembocó en furia por las privaciones que sufrió, mientras los hijos de la otra mujer habían crecido sanos, sin mayores problemas - los hermanos miraron a Arriaga con cara de que eso no había sucedido -. Eso es lo que creyó o quiso creer Ricardo, no lo que sucedió. Pidió detalles, incluso se hizo pasar por un experto en arte para indagar los espacios físicos de la casa. Y planeó todo para que pareciese que ustedes tenían algo que ver con la muerte.

- ¿Pero no le bastaba con esperar a que muriera y pedir herencia? - exclamó Julián -El testamento quedaba nulo y el obtenía todo.

- Creo que entiendes que la venganza contra los hijos quedaba bastante bien hecha con lo que ves ahora - y Arriaga señaló a Cristián, con las manos en la cara, que cada tanto decía "no, no" y a Carolina, que ahora sollozaba - y lo que a él más le importaba, que uno de ustedes pagase por el crimen cometido. No, la venganza enfermiza era lo que le importaba. Y ya ves que la logró.

- Pero...

- Sí, sí, las pruebas. Muy bonita novela, hasta ahora, pero son pruebas poco se puede hacer. Primero, lo que me indicó que ustedes no habían cometido el crimen ¿Por qué quemar la camioneta si las huellas las podían justificar por el uso ocasional de la todo terreno? Eso me indicó en primer lugar que algo no calzaba con la descripción del caso. Luego, la ejecución levemente defectuosa, que indicaba que un buen detective lograría hallar pistas de un homicidio planificado... pero caería en pensar que fueron ustedes y fallaría en acusar a alguno. Circunstancial todo. Lo más relevante que conseguí fue esto - la mano enguantada sacó algo del otro bolsillo - un jirón de tela negra.

- ¿Eso es todo? - preguntó Manuel - ¡No pensará que somos idiotas!

- Sudor - dijo Julián - O algo que permita identificar ese jirón de tela.

- Específicamente sangre, don Julián - Arriaga parecía contento consigo mismo -. Junto con quemar el todo terreno, del Valle tuvo que quemar sus ropas, para no ser identificado, pero también porque al manipular el hacha se hizo un corte. Una vez resueltos los posibles escenarios, sabiendo que el robo no había salido mal y había terminado con el dueño de casa muerto, sino que fue hecho a propósito, tenía que encontrar algo. Y lo encontré por otro descuido del asesino, en los matorrales cercanos al lugar donde se quemó la camioneta. Sucede que del Valle tiene tendencia a la alergia, por lo que tuvo que evitar litres, al buscar la piedra que había destinado a atar al acelerador pero se desgarró inadvertidamente el chaleco. Todavía el juez podría tener alguna duda razonable, pero habrá que hacer la comparación de esa sangre con la sangre del hacha, que había desaparecido de la escena del crimen.

- ¿La encontró? - dijo Manuel - Eso no lo había mencionado.

- No, porque lo guardaba para este momento. El arma homicida no era cosa fácil de hacer desaparecer, por sus dimensiones, por lo que supuse que la había dividido. El mango, de madera, se quemó junto al todo terreno, pero el filo fue escondido. Cayó a un río, donde difícilmente hallásemos huellas de algo pasados unos días, lo que se condecía con las huellas del vehículo. Treta demasiado fácil. Del Valle la enterró debajo del sitio en que quemó el todo terreno. Era la solución lógica, dado el poco tiempo que tendría una vez producida la explosión y previendo que lo perseguiría la policía.

- ¡Pero dónde está ahora ese maldito! - exclamó Cristián, suplicante - ¡Dónde!

- En la fiscalía ¿O se figura que soy mal detective?

domingo, 30 de septiembre de 2007

Aprovechando que este fin de semana estoy estudiando algo de proceso penal, y de los órganos encargados de la persecución criminal, me aventuraré con una materia relacionada, y que además tiene un contenido de actualidad bastante reciente: me refiero a las bandas que operan en los sectores periféricos de la ciudad de Santiago. Probablemente no sólo las haya en Santiago, pero no conozco tan a fondo la realidad del resto del país como para comentar su situación, si bien entiendo que podría aplicarse lo que sigue a todo ámbito.
Nuestra sociedad, muy influida por los medios, ha visto cómo surge una especie de crimen organizado, que aprovecha cierto tipo de fechas para cometer crímenes, saquear, robar, incendiar neumáticos en la vía pública, y por cierto, disparar. Uno de esos disparos le costó la vida a un funcionario público, el carabinero Vera, muerto en servicio durante la jornada del 11 de Septiembre. La persecución criminal se orienta entonces a contener a estos maleantes, a despojarlos de sus armas, a desarmar a los grupos que estén organizados. La prensa dio cuenta inclusive de la existencia de fusiles M-16 entre el armamento en poder de estos grupos.
Sin embargo, la persecución criminal será de poco efecto; muchos apuntan inclusive a establecer toque de queda; otros, a sacar al Ejército para combatir a estos grupos. Se trata de torcerles la mano a cualquier costo. Explico desde ya que un toque de queda, o sacar al Ejército significa la guerra, una guerra civil urbana que sólo significará una espiral de violencia innecesaria. Está bien que no se puedan tomar las vidas de los ciudadanos, para eso existe el sistema penal, pero otra cosa muy distinta es enfrentarse a ellos tomando medidas de seguridad propias de un estado de sitio. Me huele a dictadura y a opresión.
Deberíamos atender a las raíces del fenómeno: un sistema político cerrado, que obedece a una ley claramente contramayoritaria, que genera parlamentos de dudoso valor democrático, que genera leyes ciegas, que no atienden a los problemas en su base. La respuesta no está en más policía; por más que se crean cosas en contrario, los delincuentes se generan en sociedad, por defectos de construcción de la misma. No hay delincuentes natos, de haberlos, nuestro sistema penal fracasaría por completo puesto que serían inimputables (lo hicieron obligados por sí mismos, no está la base del libre albedrío que es clave en el sistema penal moderno, exceptuando el derecho nacionalsocialista, por cierto). Nuestro parlamento no ve que el problema está en la marginación del sistema educativo, en el hacinamiento, en la pobreza mental en la que sumimos a estos individuos. Tenemos un sistema que no tiene más horizonte que el del propio barrio. Lo que vemos en la quema de neumáticos, en los disparos, en las protestas violentas no es más que una expresión de angustia en una sociedad dividida. Si ponemos el acento en tratarlos como delincuentes, en burlarnos de ellos como se hace en los comerciales, si les tenemos miedo y los tratamos como peligrosos lo que hacemos es criar a más de ellos. Tendamos una mano y crezcamos como país, eso sí nos llevará al desarrollo.

domingo, 3 de junio de 2007

La sociedad actual, hipermoderna como es, tiende a ser muy parecida a la faringe en todo lo que hace desde la perspectiva de la disidencia; esto es, que articula mucho, pero no es capaz de decir algo. Obviamente eso desacredita a las aspiraciones legítimas del discurso contrario al sistema, pues por lo general las burbujas de jabón que se arman con motivo de alguna disputa terminan siempre en nada, o lo que es peor, en una represión mayor. Quizá el problema sea sólo chileno, puesto que vivimos en una sociedad a tal punto carente de horizontes que jamás habrá real discurso disidente serio mientras no se proponga un horizonte real a las personas. En mi vida personal me he encontrado con mucha gente que habla discursos de izquierda que no son consistentes en absoluto, y que tropiezan siempre con la falta de pragmatismo, con la inoperancia propia, con la falta de ideas, lisa y llanamente. Así, recuerdo haber preguntado una vez, hastiado de estos discursos: ¿y por qué capitalismo no?, a lo que se respondió "porque el capitalismo es injusto". Que alguien de izquierda, que debiera predicar una neutralidad valorativa más o menos pronunciada, me diga que el capitalismo es simplemente injusto creo que debiera abandonar la arena política, y dedicarse a las matemáticas, de ser posible. Por si acaso, no es que el capitalismo sea injusto, es que simplemente genera miseria y hambre para el trabajador, puesto que no recibe lo que efectivamente produce. Que eso sea injusto, va a depender si usted es empresario, donde el capitalismo será fantástico, o trabajador, donde en el poco espacio del día en que puede pensar, y si es que lo hace sin estar ahogado por los progaramas de farándula o los de trasnoche, no le parecerá tan bien. De todos modos dígale al trabajador que podrá obtener igualdad si pierde la tele, a la Marlen, las cumbias en la radio y dirá un par de improperios.
Pero esto no se trata sobre el capitalismo, sino sobre la posibilidad cierta, dado que se perdió la utopía, de construir otra, pero que cumpla con los sueños de igualdad y de mejora de la calidad de vida de las personas. Eso pasa por repensar a la sociedad en su conjunto, tomando aspectos que no han sido considerados, por ejemplo. Esto nos dará un marco para llenar de contenido el actual discurso orientado a los problemas sociales, y nos permitirá forjar un modelo que al menos satisfaga las exigencias de coherencia: estaremos al fin diciendo algo.

martes, 8 de mayo de 2007

Estoy pensando en una cuestión radicalmente distinta la que estoy escribiendo ahora, rogaría que las posibles contradicciones lógicas o las consecuencias perniciosas que se sigan de lo que escribo sean tomadas en cuenta por quienes visitan el blog y por ende las comenten, discutan y analicen. Obviamente, yo responderé gustoso a todo comentario suyo, y probablemente, trate de rebatir sus argumentos.

Pues bien, esta entrada tiene como objetivo refutar la tesis muy recurrente de que el Estado debe asumir una posición moral. Sostengo que la posición del Estado y del discurso oficial del mismo debe ser absolutamente neutra, cuando se trate de la autodeterminación del individuo, lo que implica una asunción de posiciones metaéticas, pero jamás debe intervenir en la vida moral de los individuos sujetos a su potestad.
El caso no es el espinoso problema del aborto, aunque en este país deberíamos tratar de abogar al menos por el aborto terapéutico, ya que ni siquiera eso tenemos (¿acaso la madre, por un azar de la naturaleza también debe morir, señor Medina, aunque el hijo no sobreviva? ¿es eso tan infrecuente, o una aberración tal que Dios no lo permitiría, señor Medina? Dejémonos de payasadas en nuestra legislación, por favor) ni mucho menos el de la eutanasia, aunque esbozaré algo sobre estas materias más abajo. Se trata del «derecho al suicidio», más bien, de la opción de cualquier individuo a autodestruirse. Pues bien, cualquier interferencia a ese derecho del individuo por cualquier motivo asume una posición moral respecto del valor de la vida del individuo, el cual debe estar determinado por el individuo mismo. Sobre eso el Estado no puede intervenir, puesto que por más que el derecho a la vida sea un derecho humano jamás nunca eso conlleva un deber de conservarla, de hecho, si así fuera, no podrían existir la mayor parte de las actividades productivas que la sociedad actual conoce. Pero seamos un poco menos bárbaros en la argumentación. Esto sería más o menos congruente con la despenalización de la asistencia al suicidio también, y el permiso a la opción religiosa de los individuos en lo tocante a su cuerpo. Así, si usted por propia voluntad quiere irse a una comunidad ecológica y no recibir tratamiento médico, y morir a causa de eso, puede hacerlo.
Esto tiene un gran pero: el individuo no puede hacerlo cuando la actividad provoca un daño al Estado, ni cuando involucre los derechos de otro. En ese caso no es ejercicio de libertad ni de autodeterminación (en la medida en que el ordenamiento jurídico otorga libertad, todos sabemos que la libertad no existe, es un invento de los liberales a partir de ideas ridículas del mundo católico) . Además, el individuo debe expresar voluntad (otra vez, en la medida en que esa voluntad sea reconocida por el ordenamiento, la voluntad no existe) respecto a el evento que daña su integridad. No corresponde, por tanto, extender el argumento al aborto (no existen los derechos reproductivos, esas son ideas idiotas de italianas que se dieron cuenta que más se llevaban mirada que otra cosa cuando quemaban los sostenes públicamente) puesto que podría implicar un ejercicio de libertad dañosa o bien podría siginifcar un costo para el Estado; tampoco en los casos de eutanasia respecto de personas inconscientes; menos aún, a favor de la legalización de las drogas duras, puesto que eso genera problemas al Estado. Lo que sí significa en este punto, es la legalización del autocultivo de marhuana, por ejemplo.
Con esto, no se defiende la idea de decadencia moral que afecta a la sociedad. Me parece que esa sola idea concentra una visió rigidizada de la sociedad, que hace referencia a valores trascendentes respecto de la persona humana. Pues bien, en este sentido, el Estado debe ser liberado de la cadena de las normas morales. Los valores morales deben ser discutidos por los individuos como modos de vivir la vida, no como imposiciones unilaterales de decisiones. Eso es una posición metaética, y debiese ser la de un Estado laico y pluralista.

martes, 27 de febrero de 2007

Es cierto, estaba viendo televisión. Poco común en mi persona, de un tiempo a esta parte, pero de tarde en tarde hay que hacer algo por la vida. Dentro de lo que pude observar en la televisión estaba un filósofo francés (no es una contradicción ni una ironía, por si acaso), Luc Ferry, que hablaba de la filosofía materialista y de su moral, en oposición a lo que él piensa. Este ex ministro de Educación de su país señala que la filosofía materialista y su moral puede condensarse en amar el presente y dejar de esperar. No esperar como uno espera un taxi, sino en el sentiodo de desear algo que no se tiene actualmente, sin llegar a tenerlo. Más allá de lo que significa esta esperanza, él descarta la idea materialista por una cosa muy ingenua, pero que según él la hace caer. Es tan sencillo como que si pensamos por un momento en Sudán, en Irak, en Uganda, en Ruanda nos damos cuenta que no podemos amar esa realidad. Debe haber una esperanza para todos ellos.
No la hay. Mis lectores ya abrieron la boca para decir un pero. Pero lo que digan no me hará cambiar de parecer. No hay esperanza que valga. Si la realidad es vacua, con mayor razón lo será una esperanza, una posibilidad mísera. No es el momento de hablar de los temas prácticos como la ayuda internacional, o los derechos humanos, que mal que nos parezca, son cosas muy bonitas, pero nada más que eso. No hay esperanzas porque son situaciones excepcionales. La maldad que se fragua en estos casos obedece a razones, pero son razones inmovilizadoras. Ferry señala que esta maldad es la prueba de que el hombre es libre, es capaz de esa maldad (tanto como de la bondad), y que esa libertad nos hace distintos a los animales, nos señala que puede haber un sentido de la vida. La maldad extrema, como la de la Segunda Guerra del Congo, la de la matanza en Ruanda, la de las guerras en la ex-Yugoslavia nos muestra que hay una convicción profunda que fuerza al hombre a ese estado de maldad absurda. Esa convicción profunda puede haber sido adquirida por la razón, pero en el momento de su ejecución se vuelve un acto irrazonable. Tal como sucede en los momentos en que en Latinoamérica se torturó y mató alevosamente por grupos terroristas que estaban en el poder (no es una contradicción ni una ironía), hay gente que aún está imbuida de esas convicciones profundas, pero hay otra que se da cuenta de qué fue lo que pasó. Fueron utilizados por convicciones profundas, qué duda cabe. Es el hombre, el que una vez más, no es dueño de sí mismo.
Que no haya esperanzas respecto de la realidad que se vive no quiere decir otra cosa sino que el ser humano debe mantener una actitud escéptica a la realidad. En la práctica, puede que muchos en realidad amen la realidad terrible que viven, pero, con todo, no queda mucho que hacer al respecto, porque somos víctimas de nosotros mismos. Queda aún la posibilidad de la revolución (¡compañeros!), pero ¿de qué revolución? ¿De la revolución guiada por los apetitos de las personas que la llevan? ¿Es eso distinto a nuestra realidad, o incluso peor? Creo que la revolución comienza por dar nuestro sentido al mundo. Hacer el mundo que nosotros queramos, he ahí la revolución necesaria. Y dar nuestro sentido a la realidad es dar una vuelta radical, desde el escepticismo con la realidad.

viernes, 16 de febrero de 2007

Dejo de lado el estilo mordaz con el que me refiero sólo a problemas filosóficos, por un asunto de conveniencia. Pero que quede bien claro que no es para dedicarme a examinar problemas filosóficos sin mordacidad ni ironía; bien por el contrario es porque abandono los problemas filosóficos por un día y me dedico a examinar otros problemas con cierta carga de sarcasmo.

Con todo, es mi deber ahora señalar el motivo de esta entrada. Se refiere a un problema no menor, el de la etiqueta 'patrimonio'. Es un tema bastante interesante, a decir verdad, sobre todo desde la explosión que afectó a uno de los sectores del puerto y arrasó con edificios centenarios, declarados patrimonio de la humanidad. Ahora bien: ¿a qué nos referimos con patrimonio? Revisemos las definiciones de patrimonio para que encontremos un punto de acuerdo sobre lo que pudiese ser llamado patrimonio. La Real Academia en este sentido es particularmente extensa, y nos da distintas acepciones. Recurro a la Real Academia precisamente por su carácter consensual respecto de las acepciones de las palabras, más allá de un uso coloquial (que, ciertamente, está lejos de un vocablo como 'patrimonio'). Así, patrimonio viene a ser "Conjunto de los bienes propios adquiridos por cualquier título". Además de eso, patrimonio tiene una dimensión técnica, bien conocida por los abogados y estudiantes de derecho, como "Conjunto de bienes pertenecientes a una persona natural o jurídica, o afectos a un fin, susceptibles de estimación económica". Dejaremos para más adelante las críticas que puedan hacerse a esta definición, desde el punto de vista jurídico. Lo importante es que 'patrimonio' en cualquiera de las acepciones dadas no tiene la dimensión que ofrece cuando se habla de 'patrimonio' respecto de los edificios que se quemaron en Valparaíso ¿Qué es pues, esto de 'patrimonio'?
Les adelanto la respuesta: se refiere a un intangible. Se refiere al valor intangible de un objeto. El problema que se presenta entonces es cómo reconocer esa intangibilidad en el objeto, y cuánta gente tiene que reconocer esa intangibilidad. Bueno, yo les digo que para eso tenemos a la UNESCO, pero ustedes me dirán que eso es una soberana ridiculez. Están en lo cierto. Es una ridiculez, pero aceptada. Se refiere al valor intangible de un edificio que soportó dos terremotos, que vio crecer a una ciudad y que la vio también enfermarse de gravedad, con el paso de los años, pero que sigue firme, de pie esperando al mar. A eso se refiere el patrimonio. Y más allá de todo lo que se perdió en una irresponsabilidad, tenemos un gran agujero que tapar en una ciudad que de a poco va saliendo adelante.
Para hacerlo un poco más profundo, diremos entonces que nuestro patrimonio no se compone sólo de bienes susceptibles de ser avaluados económicamente, sean corporales, incorporales. Tenemos bienes inmateriales que están en nuestras retinas, tenemos un recuerdo. Y ese recuerdo es de cada uno, propio.

sábado, 20 de enero de 2007

No se debe, bajo ninguna circunstancia, empezar por la conclusión un texto, pero voy a saltarme esta regla y decir que el libre albedrío es un absurdo. De tamaño colosal, debería agregar. Obviamente, voy a explicar esa brutalidad que se me ocurrió, de que el libre albedrío es un absurdo. Conste que no estoy diciendo que el libre albedrío no exista, solamente estoy diciendo que esa cosa denominada libre albedrío ya no tiene mucho sentido.
Para comezar a explicar, nos debemos remontar a la idea de que una acción pueda ser moralmente correcta. Remarco el 'pueda' y el 'moralmente correcta', porque son los dos elemento que se analizan. Primero, el verbo poder significa en este caso las condiciones necesarias para que se dé una situación. Esta situación es un hecho. Para calmar a los que están viendo esto como una clara transgresión a la falacia naturalista (y que ya deben haberse persignado, por lo demás), bueno, debo decir que moralmente correcto, mal que nos pese es sólo una etiqueta dada por las condiciones sociales, es decir, que en todo o en parte la decisión de si una acción es correcta en sentido moral depende de los receptores de la comunicación enviada por esa acción. No existe acción moral abstracta, ni aun en la moral rigorista kantiana (vid. Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, cap. 3). Quedamos entonces que la acción moral tiene condiciones dadas por la sociedad, que las valora.
Pero dentro de esas condiciones está el libre albedrío. El libre albedrío es imputado a la persona en tanto se requiere de que tenga responsabilidad por sus actos y como fuente de la valoración. Es fuente de la valoración puesto que no puede decirse que haya moral si hay alguna excusa válida. Así, por ejemplo, si decimos 'robó una gallina' decimos 'pero sus hijos tenían hambre y él también, y era una necesidad imperiosa'. Aquí es donde yo introduzco la cuña. El libre albedrío en la práctica no está. Y no está porque cada acción está determinada por múltiples factores, de los cuales uno es desencadenante de la acción. Se requeriría de una ley otorgada por uno mismo para superar esta situación (y muchos no aceptarán este punto a favor de Kant). Pero de todos modos no hay que concedérselo, puesto que no existe tal ley.